La ciudad como tema en la literatura empezó como tal al principio del siglo diecinueve, cuando los grandes escritores centraron su atención en esos mundos fabricados por el hombre y compuestos tanto de arquitectura monumental como de infames suburbios. Estas son las tercera y cuarta entregas de nuestra serie sobre ciudades que han inspirado a grandes escritores, recopiladas exclusivamente para los lectores de IntercambioCasas.com.

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DUBLÍN

Es probable que Dublín pertenezca siempre a James Joyce, que ha dicho: “Cuando muera, Dublín estará escrito en mi corazón.” En Ulises, Joyce revuelve cada piedra y cada tienda tal y como está el 16 de junio de 1904, y ahora ese día llamado Bloomsday se celebra en honor a su héroe, el Sr. Bloom. Tal vez sea el mejor ejemplo de una ciudad que se convierte en tema de una obra de arte.

Behan Yeats Flann O’Brien Ulises domina la conciencia literaria irlandesa, aunque esta ciudad ya era literaria antes de Joyce. Jonathan Swift, Oscar Wilde y muchos otros están vinculados a ella. Sin embargo, sólo es a finales del siglo diecinueve y principios del veinte cuando florece plenamente la literatura irlandesa con la llegada de uno de los mayores poetas de lengua inglesa, William Butler Yeats, seguido por otros escritores significativos, incluyendo al novelista humorístico Flann O’Brien (En Nadar-dos-pájaros, de 1939, es un himno postmodernista precoz a los vagos aficionados a las pintas de cerveza) y a Samuel Beckett, influyente dramaturgo. El humor negro irlandés serpentea sarcásticamente en las obras de Brendan Behan, que escribe acerca de las clases criminales en sus novelas y obras de teatro. Esto es un ejemplo de lo que dice:

“Cuando volví a Dublín, me enteré de que un tribunal militar me había juzgado en rebeldía y sentenciado a muerte en rebeldía, así que les dije que podían fusilarme en rebeldía.”

En el siglo pasado, los años cincuenta y sesenta fueron en general un buen momento para la literatura en todo el mundo, y Edna O’Brien publicó sus innovadoras novelas sobre la vida de las mujeres en un país religioso y represivo. Su primera obra Las chicas de campo, de 1960, fue censurada por la Iglesia, quemada y prohibida. Más tarde llegaron las obras de Roddy Doyle, que escribió novelas cómicas pero al mismo tiempo desgarradoras (La Trilogía Barrytown) sobre la clase obrera dublinesa. Ocupando un puesto aparte y estimado superior por muchos, el magistral escritor de cuentos cortos William Trevor es considerado como un maestro, uno de los mejores escritores en su género de todo el siglo veinte.

En esta ciudad, incluso hoy en día, se puede hacer una lenta inmersión literaria por los pubs: el pub es el lugar dónde surgen las conversaciones y en esta ciudad la charla se valora por encima de todo. No tiene por qué ser veraz, solo entretenida. Pero si quieres sentir el Dublín literario en el que el tema de la bebida va en serio, romántico y al mismo tiempo cínico, lee El hombre de mazapán, novela de J. P. Donleavy. Después de todo, es el escritor que dijo:

“Cuando muera, quiero descomponerme en un barril de cerveza negra y que ésta sea servida en todos los pubs de Irlanda.”

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NUEVA YORK

Empezamos por el primer gran poeta norteamericano que fue auténticamente nacional, y también un verdadero neoyorquino: Walt Whitman. Le ha dedicado un canto a su ciudad:

“No hay otro lugar igual, otro lugar que tenga un átomo de su gloria, su orgullo y su exuberancia. Alarga la mano sobre las agallas de un hombre: crece borracho de ecstasy, crece joven y lleno de gloria, siente que nunca morirá.”

Esta descripción de Manhattan a mediados del siglo diecinueve (en ese momento la ciudad sólo contaba 300.000 habitantes) es interesante por lo contemporánea que resulta. Si París, Londres, Roma y Venecia son depositarias del pasado, Nueva York parece, para muchos de los distintos escritores, hablarnos del futuro: en ella todo puede ocurrir de un segundo al otro.

Una de las mejores historias jamás contadas sobre Wall Street ha sido escrita por Herman Melville en el siglo diecinueve. “Bartleby, el escribiente” es la divertida aunque terrible historia de un empleado que no abandona nunca la oficina y la novela ahonda profundamente en el subconsciente de los empleados en aquellos tiempos. Por contraste, La edad de la inocencia de Edith Wharton pasea al lector por distintos lugares que frecuenta la alta sociedad y se desarrolla antes de la Primera Guerra Mundial, época que parece realmente inocente comparada con lo que está por venir. La Quinta Avenida, en el corazón de Manhattan, es el barrio en el que viven sus acomodados personajes, viejas fortunas de la nueva ciudad de Nueva York en los años 1890.

Hay una explosión de literatura sobre Nueva York en los años veinte, como la obra más neoyorquina de F. Scott Fitzgerald, Hermosos y malditos, y la mordaz novela Manhattan Transfer de Dos Passos. En los años treinta, Thomas Wolfe, en La telaraña y la roca, nos muestra los universos muy distintos de Brooklyn y Manhattan.

F Scott Fitzgerald James Baldwin Walt Whitman La mejor introducción a la ciudad es el libro de E. B. White Esto es Nueva York, publicado en 1949 pero que sigue siendo muy actual y es en sí mismo una obra literaria:

“Existen vagamente tres Nueva Yorks. Está, primero, la Nueva York del hombre o la mujer que ha nacido aquí, que toma la ciudad tal como es y acepta su tamaño y su turbulencia como natural e inevitable. Segundo, está la Nueva York de los commuters, la ciudad que cada día es devorada por langostas y escupida cada noche. Tercero, está la Nueva York de la persona que nació en otro lugar y vino en busca de algo. De estas tres ciudades vibrantes, la más grandiosa es la tercera: la ciudad del destino final, la ciudad que es una meta. Es esta tercera ciudad la que cuenta para la disposición temperamental de Nueva York, su conducta poética, su dedicación a las artes y sus logros incomparables. Los commuters le dan a la ciudad su inquietud inagotable, los nativos le aportan solidez y continuidad pero los colonos le dan pasión. Ya sea un campesino que escapa de su pequeño pueblo de Misisipi para huir de la indignidad de ser observado por sus vecinos o un joven que llega de la región de Corn Belt (Cinturón del maíz) con un manuscrito en la maleta y mal de amores en el corazón, no hay diferencia: cada uno abraza a Nueva York con la intensa exaltación del primer amor, cada uno absorbe Nueva York con la mirada nueva y fresca de un aventurero, cada uno genera calor y luz suficiente para que la compañía eléctrica Consolidated Edison se siente pequeña a su lado…”

Truman Capote captura la vida y el ambiente del barrio Upper East Side en Desayuno en Tiffany’s, escrito en 1958, y el Greenwich Village tiene a su mejor novelista en James Baldwin, que publicó Otro país a principios de los sesenta. Las obras siguen fluyendo en las siguientes décadas. El argumento de la novela temprana de Don DeLillo, La calle Great Jones, se desarrolla justo al lado de Broadway pero su tema real es el rock and roll, las drogas a finales de los sesenta y principios de los setenta, y la propia ciudad. Asimismo, la Nueva York de los años setenta es el marco de la reciente novela de Rachel Kushner, Los lanzallamas, sobre los artistas, sus lofts, sus bares y fiestas durante una época de fermentación creativa y peligro político.

Algunos de los comentarios más perspicaces sobre la ciudad vienen de visitantes extranjeros. Estos son algunos ejemplos:

Albert Camus “A veces, desde más allá de los rascacielos, el grito de un remolcador te encuentra en tu insomnio y recuerdas que este desierto de hierro y cemento es una isla.” (Albert Camus)

Le-Corbusier“Cien veces he pensado: Nueva York es una catástrofe, y cincuenta veces: Nueva York es una hermosa catástrofe.” (Le Corbusier)
97l/29/huty/7633/12“Es ridículo ambientar una historia de detectives en Nueva York. Nueva York es por sí misma una historia de detectives.” (Agatha Christie)

Simone de Beauvoir“Hay algo en el aire de Nueva York que hace que dormir sea inútil.” (Simone de Beauvoir)

Oriana Fallaci“Voy a enseñarte el auténtico Nueva York -creativo, elegante e internacional- como cualquier otra metrópoli. Pero dime, ¿dónde en Europa puedes encontrar una vieja Hungría, vieja Rusia, vieja Francia o vieja Italia? En Europa queréis copiar a América, sois casi americanos. Pero aquí hay europeos que emigraron hace un siglo, y no los hemos echado a perder. ¡Oh, Gio! Tienes que ver por qué amo a Nueva York. Porque el mundo entero está en Nueva York.” (Oriana Fallaci)

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